jueves, 4 de noviembre de 2010

CURIOSIDADES

DOS SANTOS RIVALES

Leyendo viejas revistas Caras y Caretas, me encuentro con un interesante relato en el año 1932 (16 de abril), realizado por Juan José de Soiza Reilly, en el cual desarrolla una historia ocurrida en nuestros pagos, una especie de guerra santa, o mejor dicho, una discusión entre los devotos más hostiles de dos santos ilustres: San Nicolás de Bari y San Vicente Ferrer.
Afirmado por documentación (no se encuentran en nuestro Museo), A principios del siglo XVIII, las tierras ocupadas hoy por la ciudad y sus adyacencias, pertenecían a los esposos Don Rafael de Aguiar y Doña Juana Ugarte. Ambos se empeñaron en cultivar aquella rica zona. Tropezaron en el inconveniente de la falta de brazos. El suelo era fértil pero muy arisco. Su laboreo demandaba una constancia ruda; un riego de sudor heroico, para ello, hicieron venir de España, de Galicia, agricultores hábiles en la siembra del trigo. Al mismo tiempo, trajeron del Chaco muchos aborígenes capaces de carpir día y noche. Los españoles se asentaron sobre la barranca del Paraná y en la confluencia con el Arroyo Ramallo y levantaron un rancho e instalaron la iglesia, y en el altar, un santo: San Nicolás de Bari. Al pueblo lo llamaron Los Arroyos.
Los aborígenes por su parte, formaron allí cerca otro pueblito, en la confluencia del arroyo Las Hermanas ,también construyeron un templo para sus oraciones. Lo hicieron de barro y totora. En el altar colocaron la imagen de su santo dilecto: San Vicente Ferrer. Y el pueblo llamóse como el santo; San Vicente...
Las relaciones entre las dos aldeas (San Vicente y Los Arroyos) tuvieron al principio la cordialidad de las cosas ingenuas. Hasta que todo llego a su fin un ruego de lluvia por los españoles a su santo desato un diluvio con lo cual los aborígenes al ver su zona anegada rogaron al suyo que frene la situación. Esto desato una confrontación cada vez mas subida de tono, que llego a preocupar a la corona española que al exigir la concordia. Mandó a destruir los dos pueblos, sin misericordia, y que ambos se fusionaran, levantando una sola ciudad, con una iglesia única, en la que hubiera sitio para las dos imágenes: San Nicolás y San Vicente. Por consejo del rey, el pueblo debía ostentar el nombre de San Nicolás, como se lleva hasta la fecha, con el agregado de los Arroyos, en homenaje a los arroyos Ramallo y del Medio.
En el texto Juan José de Soiza Reilly termina contando: La preferencia que demostró el monarca hacia San Nicolás desagradó a los aborígenes. “¿Por qué el pueblo debía llamarse San Nicolás? ¡Mejor era llamarse San Vicente! ¿Por qué razón San Vicente debía quedar a la sombra de San Nicolás?”. No hubo remedio. Hoy mismo – 1932 – en la iglesia parroquial, he visto en un sitio de honor, la imagen de San Nicolás y, más abajo, perdida en un rincón, la del humilde San Vicente.
Don Rafael de Aguiar y su esposa doña Juana Ugarte fueron los encargados de fundar la nueva ciudadela. El acto fue solemne. Se realizó el 14 de abril de 1748. después de la ceremonia, se lidiaron , en la plaza del pueblo, cuatro toros bravíos. (reproducción literal).


Foto del Santo Patrono de la ciudad. San Nicolás de Bari.

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